Como os comenté en mi última entrada, me he pegado una semanita de viaje por la Europa de este. La verdad es que me ha gustado bastante y aunque ha tenido que ser todo demasiado rápido ha merecido la pena, os cuento a continuación los detalles del viaje.
(Como algunos sabéis desde hace unos años siempre que viajo llevo un cuaderno donde voy contando todo lo que me pasa así que aquí voy a escribirlo a modo resumen, ya me perdonaréis la falta de detalles en algunos casos).
Martes 30
Mi hermano me llevó al aeropuerto y a las 18.30 cogía un avión a Milán ya que allí era el punto de reencuentro con Lili para luego partir hacia tierras más lejanas.
Aterricé a las 20.30, cogí un autobús que me llevó a la Estación Central de Milán y allí acudió Elisa. De hecho la vi venir corriendo hacía mi, en el centro de la plaza y no pude evitar sonreir y recordar todo lo bueno que pasamos en Dinamarca. Muchos besos y abrazos, conocí a su hermana y luego a cenar, como no, una pizza y un calzone.
Despedida en Milán
Luego fuimos a tomar unas cervezas con unos amigos de Elisa hasta que llegó Lili a la que fuimos a buscar a la estación, conocimos a sus papis, más besos y abrazos y como ya era tarde fuimos a dormir a casa de Eli en Monza. Le dimos un pequeño regalo que le habíamos comprado, hablamos un ratillo, pusimos la alarma y a dormir muy pocas horas.
(De nuevo, gracias por todo Eli).
Miércoles 1
Madrugamos mucho, duchita rápida y Eli nos llevó al centro de Milán donde cogimos el autobús a Malpensa.
Allí desayunamos después de un rato algo perdidos por el aeropuerto, subimos al aeropuerto y despegamos con media hora de retraso. Me gustaría haber dormido en el avión, pero un par de mujeres delante de mi, se empeñaban en menear el asiento…
Tomamos tierra rumana sobre las 12 (hora local, allí es una hora más) y nuestra prioridad absoluta es conseguir divisa rumana (LEI). Dejamos pasar un par de oportunidades donde considerábamos que el cambio no era óptimo y al final hubo suerte, en un puestecito algo escondido conseguimos muy buen cambio. Cogimos un autobús que hacía de lanzadera a la estación de tren que nos llevaría a la estación central de Bucarest.
Amigas en Bucarest
En la estación central aprovechamos a comprar el
“Balkanic Pass”, un interrail que te permite viajar por aquellos países muy barato (51 euros). Conocimos a un par de guatemaltecas a las que luego nos unimos para recorrer la ciudad y nos dedicamos, durante todo el día, a
pasear de arriba abajo por las calles en obras de la capital rumana. La gente se muestra muy amable, aunque la abundancia de perros callejeros enfea un poco la ciudad. Además, para colmo, se pone a llover así que a altas horas de la noche volvemos a la estación e intentamos conciliar el sueño en una sala de espera.
Jueves 2
Madrugamos después de haber maldormido escasas horas, paseamos por una parte en obras de la ciudad y luego volvimos a la estación ya que a las 12:15 salía un tren que nos llevaría a Estambul.
Eterno tren
Al tren le costaba 21 horas llegar desde Bucarest a Estambul, lo bueno que nos tocó en un compartimento solo para nosotros y cuyos asientos se hacían camas, así que las 21 horas pasaron mucho más rápido de lo esperado.
El único inconveniente que tuvimos fue, que a la hora de entrar en Turquía hay que hacerse un visado, así que un revisor con bastante mala hostia despertó y obligó a bajar a todo el tren para que después de 15 euros y 2 horas de espera tuviésemos un visado válido.
Viernes 3
A las 10 pisamos Estambul. Nos habíamos preparado una planificación que con las dos horas de retraso que llevábamos ya iba a ser imposible de cumplir…
Saltando, Mezquita Azul
Fuimos al Harmony Hostel, lugar donde nos alojábamos (muy céntrico y barato). Dejamos todo, nos pegamos una duchita y nos pusimos a recorrer la ciudad. Vimos el palacio de
Topkapi, Santa Sofía, la Mezquita Azul… comimos un par de kebabs, dormimos un poco de siesta en un parque hasta que las llamadas a la oración sonaron por toda la ciudad y nos despertaron. Fuimos a las
cisternas, al
Gran Bazar, más mezquitas y paseos por la parte pobre de la ciudad… me fascinó que allá donde mirase siempre me devolvía la mirada con una sonrisa.
Se hizo la hora de cenar así que volvimos hacia el centro donde no parábamos de recibir invitaciones de todos y cada uno de los camareros de cada bar/restaurante. Al final uno se nos cameló y decidimos cenar allí. Comimos tres platos tipicos, nos bebimos 4 tés y nos fumamos una “shisha”. Nos costó todo 17 euros y se nos fué un poco la cabeza dejando 10 más de propina.
Sobre las 3 de la madrugada decidimos que era buena hora para abandonar la terracita y volver al hostal a dormir.
Sábado 4
Nos despertamos y subimos a desayunar a la terraza del hostal (venía incluído en el precio). Comimos poca cosa y nos pusimos rumbo a la parte norte de la ciudad (Beyoglu). Subimos a la torre de Galata y disfrutamos de unas preciosas vistas de toda la ciudad, el Bósforo y el Mármara. Paseamos por la calle más comercial de la ciudad (me recordó a Copenhague) hasta que llegamos a la plaza de Taksim.
Tomamos una “tapa” muy típica (mejillones rellenos de arroz -midye dolma-) en el pasaje de los pescadores, luego nos compramos dulces típicos que mas bien nos amargaron y luego cogimos un ferry rumbo a la parte asiática.
Allí nos pegamos una larga caminata hasta que llegamos al paseo marítimo donde muchas familias pasaban la tarde. Merendamos un bocadillo de taquitos de hígado con patatas y un durüm y luego nos volvimos hacia casa.
Después de otro largo paseo decidimos volver al sitio del día anterior a tomar algo, cayó un metro de cerveza y otra pipa aunque esta vez, en lugar de estar en la terracita de abajo, estuvimos en el ático. Luego a dormir.
Domingo 5
Como era el último día que estabamos en Estambul, decidimos dejarlo para las compras pero fue enorme la decepción al ver que el Gran Bazar cerraba los domingos…
Aun con todo, había muchos puestos callejeros, mercadillos y tiendas de recuerdos, donde se podían comprar cosicas típicas. Fuimos a Kumkapi, el barrio de los pescadores y nos adentramos por las calles menos turísitcas. Conocimos el Estambul profundo, comimos extremadamente barato (por 3 euros los 2), probamos yogur casero y charlamos en un mal inglés con algún que otro local.
Cogimos un tranvía y luego un funicular que nos llevó, de nuevo, a la parte norte de la ciudad. Buscamos alguna tienda con ropa barata, pero no hubo suerte, así que volvimos hacia el centro. Entramos en el Bazar Egipcio (también llamado de las Especias), donde mi olfato se volvió loco y alcanzo el extásis. Hicimos alguna compra más y volvimos al hostal a pegarnos una ducha y a recoger las maletas.
Santa Sofía
Para cenar fuimos al puerto donde nos tomamos un bocadillo de cabaya riquísimo y luego un kebab para casi corriendo, ir a la estación desde donde salía nuestro tren a eso de las 22.00. Nos tocó otra vez compartimento con camas, aunque esta vez no estábamos solos y nos acompañaban un par de surkoreanas un poquillo sosas pero majetas.
De nuevo, en la frontera, vinieron a despertarnos y hacernos bajar del tren para sellar la salida del país. Como ya nos lo sabíamos bajamos de los primeros y pudimos volver a dormir mucho antes que el resto.
Lunes 6
Llegamos con 2 horas de retraso a la capital búlgara, Sofía, y la verdad es que la primera impresión fue bastane decepcionante. Una estación bastante vieja y una chica del información y turismo bastante desagradable y que nos cobró un euro por el plano de la ciudad.
Hasta que no llegamos al centro de la ciudad la impresión no cambió, ya que todo se veía bastante pobre por el camino. Pateamos la ciudad de arriba a abajo aunque con muchas paradas a descansar, la ajetreada semana empezaba a pasar factura…
Sofía
Ni comimos ni cenamos, nos mantuvimos a base de líquidos hasta que llegamos al aeropuerto en el penúltimo autobús. Encontrar la combinación de autobuses fue difícil porque nadie pareceía entendernos, hasta que un chavalico con rastas, muy majo y un inglés bastante decente, nos acompaño en el primer y segundo bus que más o menos le venían de camino.
En el aeropuerto, totalmente destrozados nos tomamos un café y ya por fin comimos un bocadillo. El cansancio pudo con Lili pero yo conocí a un macedonio que durante 5 horas me contó su vida y yo la mía hasta que sobre las 5.30 de la madrugada se marchó.
Martes 7
Nos mudamos a nuestra terminal y por mucho que lo intenté no conseguí conciliar el sueño, así que de empalmada y medio zombi, pasé el control y nos pusimos a esperar a nuestro avión que salío con hora y media de retraso.
La mía es más grande
En cuanto subí al avión caí rendido y dormí durante un ratito, no sabría decir cuanto. Aterrizamos en Malpensa de nuevo ya que era el punto de despedida. Hicimos tiempo comiendo y jugando a las cartas hasta que el avión de Lili despegó rumbo a Copenhague en un avión lleno de rubios de ojos azules.
Yo seguí esperando y volví a salir con retraso. Acompañado de un equipo del inserso tuve un viaje duro, no paraban de oirse voces tanto de la tercera edad gritándose, como de los niños llorando. Conseguí dormir otro ratito hasta que por fin, aterricé en Barcelona donde Pati y Yuis venían a buscarme en coche para llevarme a cenar.
Nos dimos abrazos y besos mientras yo no me aclaraba que era ayer o hoy y me costaba responder a cualquiera de sus preguntas. Fuimos al centro de Barcelona donde cenamos un par de calzones riquísimos y nos pusimos al día de nuestras cosas. Un poco antes de la 1 me llevaron a la estación donde nos despedimos, hubiese molado estar más pero no pudo ser, así que prometimos repetir pronto.
Cogí un autobús que me traería a Zaragoza y tras mucho moverme conseguí dormir. Caí en tal coma que de no haber sido porque el chaval de mi izquierda me pegó una patada sin querer, muy probablemente hubiese acabado en Madrid… En cuanto llegamos, me eché la mochila a la espalda y a casa para coger con gusto la cama.