Ya estoy aquí de nuevo, podría volver a empezar con una disculpa de mi pseudoabandono a este, mi diario… pero bueno, ya lo he hecho varias veces así que iré directo al asunto.
Como muchos sabréis, este fin de semana eran Carnavales y por consiguiente había que disfrazarse. Le cogí el gustillo el año pasado a esto de disfrazarse, así que este tenía que seguir con la tradición de ser otro “yo” por una noche. Esta vez tocaba de piratas (por decisión unánime), no de los piratas somalíes que tanto se han puesto de moda últimamente ni de los que se dedican a descargar música o pleículas de manera “ilegal”. Por una noche fuimos Piratas de los 7 mares, Piratas del Carible, corsarios o saqueadores…
Estuve unos días dándole vueltas a como sería mi disfraz, pensaba hacérmelo todo yo, como acostumbro a hacer con los disfraces, ya que me siento mejor que bajando a comprármelo a la tienda del barrio. La cosa fue fácil, una camisa blanca que yo creo, jamás me había puesto, una camiseta que destrocé a modo de chaleco, unos cordones hechos a base de otra tela trenzada, pañuelo en la cabeza, parche a partir de un vaquero viejo, unos pantalones de mi hermano y algo de maquillaje. Al final la cosa quedo más o menos bien, como podéis ver en la foto (falta el parche y pantalones). Nos juntamos para cenar en casa de Kua, Patri, Sara, Bea, Nacho y yo, donde tras una larga preparación de la cena, cenamos cual Piratas en un barco tras un buen botín. Comida abundante y no menos bebida, esta vez tocaba cerveza, el ron lo dejaríamos para luego. Salimos luego de marcha por los bares del casco de Zaragoza, ya algo entonados y con ganas de abordar algún que otro bar. Seguimos bebiendo y pasándolo extremádamente bien. Conseguimos pagar más de 18 chupitos con monedas de chocolate que habían costado menos de 2 euros, es lo que se consigue con un buen disfraz y una buena interpretación, y por supuesto un camarero con ganas de echarse unas risas y caer bien a la clientela. Cerraron esa zona de marcha y tuvimos que desplazarnos hacia tierras más prósperas donde pudiésemos seguir trasegando, reconozco que perdí un poco la noción del tiempo (y porque no decirlo, del espacio), y entre esos vacíos recuerdo ir montado en una bicicleta, con Kua detrás “atacando” de manera amistosa a la gente que paseaba por la calle y dándoles muerte con nuestras espadas de plástico. En una de esas conocimos a una SuperWoman, simpática mujer que se ofreció a hacernos fotos mientras simulábamos un juicio pirata al subirnos a una tabla de planchar que encontramos en un contenedor, dicho juicio acabó con trágicas consecuencias ya que una tabla de planchar no está pensada para soportar a dos personas, y por supuesto, cedió y aunque yo conseguí saltar, el juez que pinchaba mi espalda con su afilada espada, cayó de culo recibiendo el castigo divino merecido. Aun con todo, conseguimos engañar a SuperWoman para que viniese con nosotros a surcar los mares en busca de nuevos tesoros.Seguimos la fiesta en la discoteca Green como viene siendo habitual. Por supuesto no paramos de beber, no recuerdo si bailé en algún momento, ya que la noche se volvió demasiado confusa, recuerdo que conseguimos unos chupitos de criptonita que destrozaron a la valiente SuperWoman, por mucho que se empeñó, no consiguió tumbar a estos grumetes. La discoteca cerró, y algunos, muy pocos, que seguíamos con ganas de fiesta, decidimos prolongar un poco más la noche (que ya se había convertido en mañana), y continuamos la fiesta hasta las 11 de la mañana.
Al final, una caída en la bici, una vuelta a casa un tanto difusa y una entrada triunfal en casa a las once y media de la mañana, donde el Capitán (papá) y la segunda de a bordo (mamá) se guardaron de pedir explicaciones a este intrépido grumete que había conseguido convertir otra noche en inolvidable…